jueves, 15 de septiembre de 2011

Zahar y Naïa





Arabia. Maravilloso lugar de gentes, serpientes y arena. Justamente, entre las perdidas arenas del desierto, se encuentra el palacio de mi Señor Hassam, príncipe de los Muhadinos.

Yo me llamo Zahar, y sirvo a mi Señor desde el principio. Soy la primera esposa, la elegida que dará a luz a su heredero algún día.

El día de hoy es extraño; extraño y especial, a mi esposo le ha traído a su última concubina. No ha salido a recibirla y a nosotras no nos esta permitido estar con ella hasta que mi Señor nos lo permita; pero soy demasiado curiosa e impetuosa, necesito ver a la próxima mujer que va a compartir a mi marido. Me oculto tras una columna y la miro muy sorprendida, con cuidado de que los guardias no me descubran.

Es muy hermosa, pero no parece ser de nuestras tierras. Me agrada el dulce rostro de la joven, creo que será buena para mi él, y también que podremos compartir con ella gloriosos momentos de amistad (fui muy ingenua al pensar de esta manera). Ella me mira de pronto, y yo me oculto tras la columna con el corazón disparado. Si los guardias me cogen, me castigarán. La oigo reír pero no descubre mi posición y eso me tranquiliza. Regreso a mi cuarto, nada más tengo que hacer; seguramente no nos la presentarán hasta mañana y además, mi Señor Hassam no dormirá esta noche conmigo. Me pongo a tejer.

El sol casi ha caido completamente y oigo la puerta de mi habitación. Hassam...no va a venir... estoy segura. Voy a abrir, para ver quien anda arañando en ella y descubro a la nueva concubina mirándome fijamente con sus enormes ojos negros. Me quedo un poco asombrada. Va vestida con los velos, como yo misma. Entra en la alcoba y cierra la puerta sin un ruido. Yo casi no puedo respirar, si mi Señor Hassam la ve aquí en vez de sus aposentos nos castigará a las dos.

- Naïa ...- dice ella señalandose. Hago una reverencia solemne. ¿ha venido a presentarse?

- Zahar ...- respondo sonriendo. Ella me devulve la sonrisa y se abalanza sobre mi arrojandome en la cama y poniendose sobre mis caderas. Intento quitarla de encima pero no se aparta. Baja y me besa en los labios. Me tenso y miro por la ventana, el sol caerá de un momento a otro y tiñe la habitación de los rubíes mas hermosos.

Naïa me acarica con su mano el pelo y baja lenta por mi cuello hasta mi pecho izquierdo. Lo aprisiona y baja su cabeza para lamerlo por encima de las gasas que a ambas nos cubren. No puedo evitar que mi pezón reacciones a las juguetonas fricciones de su lengua delicada. Se me escapa un suspiro... ¿qué esta pasando?

Ella continua con su mano traviesa y con delizadeza abre mis piernas y va acariciando cuantas zonas se le antojan. La ruego que se detenga, pero hace caso omiso. Los velos a penas cubren nada, y ella aprovecha eso para humedecerme, acariciandome, provocandome, pero sin llegar a nada más. Baja de encima mio y se coloca acuclillada en el suelo, entre mis piernas. Ahora su lengua traidora empapa mis gasas inferiores; no, no es su lengua, soy yo misma quien esta así.

Me dejo llevar, hace tanto que Hassam no me toca de esa forma... Naïa juguetea con uno de sus dedos junto con su lengua. No me hace nada, solo me acaricia pero me esta volviendo loca; mi humedad y el calor me estan volviendo loca. Ella vuelve a subir y regresa a mi boca. Mi corazón esta desbocado y decido corresponder a sus lujuriosos toqueteos, pero yo no soy tan delicada. Bajo su cuerpo con mis manos y devoro sus pechos, mucho mas pequeños que los mios, pero sabrosos como higos de chumbera.
Ella rie traviesa y mueve la cabeza dejando que su larga melena, negra como sus ojos, acaricie todo mi tronco superior. La vuelvo para acostarla en la capa y quedar sobre ella en un lateral. Sujeto sus manos sobre su cabeza sin que ella deje de reír. Acaricio su vientre completamente plano, es una perfecta bailarina, estoy convencida. Me introduzco como una serpiente bajo sus gasas; ella también esta muy húmeda. Acto seguido y sin mas demora meto mi dedo índice en su sexo, dándome cuenta de que no es suficiente. Su sexo me traga y acepta rápidamente y ella contonea sus caderas con delicadeza mientras emite un sutil siseo de deseo. No la hago esperar e introduzco el dedo corazón. Por fin, gime.

Comienzo a mecerme en su interior mientras ella se contonea. Bajo, para encontrarme cara a cara con su sexo delicioso y empapado. Ahora es mi lengua la que juega, la mismo tiempo que ella se contonea más rápido. Esta dulce locura me alimenta; nunca había hecho cosa parecida con ninguna concubina. Ya es de noche.

De pronto y entre gemidos y movimientos delicados irrumpe mi Señor en la alcoba. Mi corazón casi se detiene en el acto, pero lejos de parecer disgustado, nos observa desde el umbral con seriedad. Estoy asustada, pero no retiro mis dedos del interior de Naïa. Hassam se acerca a nosotras. Estoy segura de que mañana no va a salir el sol para ninguna de las dos.

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