domingo, 19 de febrero de 2012

La balanza





Había sido una terrible mujer. Diosa de un infierno terrenal y hacedora de las más impropias maldades. Había cometido enormes genocidios, secuestrado, mentido, robado... su alma solo albergaba la corrupción, el odio y la codicia en su estado mas puro. Ni siquiera siendo niña había sido buena, ya que nada más nacer, mordió el pecho de su propia madre, con dos años tiró a su hermano pequeño escaleras abajo, provocando la fractura de su columna... era el ser más despreciable que podía existir, por eso el día que murió nadie se preocupó lo mas mínimo.

Tenía 40 años y aún era muy hermosa. Sedoso cabello negro, ojos verde lima, piel blanca casi nacarada... un ángel con el alma tan negra como cualquier diablo y fue precisamente su Majestad Infernal quien la acogió directamente.

- ¿Dónde diablos estoy? - Preguntó aturdida tras la más oscura caída al abismo.

- Donde mereces estar, Digna Reina de mi imperio. - El Señor del Infierno la miro con sus profundos ojos negros observando maravillado el alma oscura de la mujer. La lujuria se apoderó rápidamente de su cuerpo sintiendo todo el llanto y el dolor que ella había provocado en la tierra.- Ahora eres mía.

Ningún hombre la había tocado jamás. Ella veía un templo en su precioso cuerpo... había decidido ver, pero nunca disfrutar de ello y a causa de eso se habían cometido para su disfrute innumerables violaciones que, divertida, había observado masturbándose desde su sofá negro. Solo el dolor de las victimas la hacía llegar a los orgasmos mas deliciosos.

El Diablo se acercó a ella y la agarró del pelo, completamente seducido por todo lo escrutado en su corazón y rió divertido mientras ella gritaba injurias y le ordenaba que la soltara. Le desgarró el precioso traje de lino con el que había bajado a Sus dominios. Desnuda no parecía tan mala, parecía una humana más, pero su mirada no mostraba un ápice de arrepentimiento y claramente su mente estaba tan lúcida como la del propio Señor del Mal.

Abrió con fuerzas las piernas de la mujer y la penetró con furia y deseo. Su enorme miembro la produjo un dolor incalculable y gritó con desesperación.

- Así me gusta mi Reina malvada; deléitame con tus gritos y mueve ese trasero.- Rugió el con Su potente voz grabe como el sonido del carbón de las fraguas.

- Basta, por favor...- gimoteó notando su sexo dolorido.

- No lo estropees ahora, no supliques... eres lo que siempre he deseado a mi lado.- Rió y le lamió la cara. Las embestidas eran terribles y ella se sentía morir por dentro. Mientras Él la vejaba, ella contemplo una a una todas las escenas dolorosas por las que debía de pagar en ese horrible lugar. El miedo se apoderó de su alma, pero el dolor de su sexo, le obligaba a pensar en ese ser descomunalmente grande que le arrancaba la virginidad a mordiscos.- Voy a pasarme la Eternidad follándote una y otra vez, hasta que ya no puedas sentir nada y cuando eso ocurra, cambiaré de forma y seguiré haciendo lo mismo, ahora eres la Reina de todo mi Vicio. Deberías sentirse satisfecha... siempre lo deseaste. 

El Demonio alcanzó el orgasmo en su interior, pero no paró. 

La balanza había decidido.




jueves, 16 de febrero de 2012

Derrotada








Agonía de lágrimas vacías que resbalan por mi rostro para caer en un vaso de vino tinto colocado frente a mi para hacer que me sienta mejor... ¿me siento mejor?. No. 
Solo siento que soy una pequeña idiota que no acepta su situación y ..¿cuál es mi situación?

Acabaste conmigo hace una semana y aun veo tu reflejo en todos los espejos de mi casa, tu sombra me vigila por las noches frente al reloj de cuco que no deja de marcar las doce para mi corazón... he llegado a la media noche, es inevitable. 

Tengo miedo...

Bebo un poco de vino con lágrimas y me incorporo del asiento. Mirar a través de las ventanas es absurdo, porque te busco y eso no puede ser. Yo te quería y te dí todo mi corazón... pensé en mil cosas que pasarían a tu lado, cosas que compartir, sueños que crear. Tuvimos nuestros malos momentos, pero... ¿qué importaba? Todos tenemos malos momentos y coges tú y haces esto...

No me lo esperaba, francamente. Me ha pillado sin "bragas nuevas" como suelen decir los críos de mi clase. Es curioso, hasta los niños han notado que ya no estas conmigo... ¿será culpa mía?.

Enciendo un cigarro y trato de escapar de los recuerdos, pero es inútil. A cada segundo deseo con toda mi alma que suene el timbre de la puerta y que seas tú de nuevo; con tu precioso pelo castaño cayendo por tu espalda; arrepintiéndote con mares de agua en tu mirada de todo lo que me dijiste en la estación de tren.

Estallo y con fuerza lanzo el vaso a un espejo que rápidamente se hace añicos. Insignificante existencia...pienso que nada podría ser peor. También es cierto que ahora que no te tengo no pienso ir a recuperarte. Prefiero dejar esa imagen divina como está. No soy una mujer fuerte, tampoco soy tan débil como tú piensas. Nada importa tanto como para recuperar errores y he de decir en tu favor que los mas grandes fueron los míos.

Sí, porque realmente... yo fui la que más entregué y por eso he perdido.

Derrotada... me ha ganado la tristeza.


viernes, 10 de febrero de 2012

Touchez!






-Mi frente es pálida, mis trenzas de oro,
puedo brindarte dichas sin fin.
Yo de ternura guardo un tesoro.
¿A mí me llamas?
-No; no es a ti.

-Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible:
No puedo amarte.
-¡Oh, ven; ven tú!

Tras escribir los versos, el melancólico poeta apoya la frente sobre el brazo izquierdo y le llora a su existencia. No existe el ser amado, para el no, y poco a poco se queda dormido con tristes pensamientos atormentándole. El sueño es turbio, pero no se despierta hasta que cae de la silla.

Se levanta tambaleándose completamente desorientado y se acerca a la ventana. La lluvia empapa las calles oscuras por donde ni un carruaje perdido se atreve a pasar. 

-" Que nadie moleste la tranquilidad de mi amada, la noche..."- piensa con una deliciosa sonrisa en sus labios. 

De pronto, entre la oscuridad y el tenue brillo de las farolas divisa algo, pero no esta seguro de lo que es hasta que se mueve. Una dama; una preciosa joven en medio de la noche con el vestido empapado, al igual que su cabello. La distingue con claridad en cuento ella se aproxima a una de las farolas.

Sin pensarlo dos veces, toma su levita y sale en busca de tan graciosa mujer para poder darle cobijo durante una noche al menos en caso de que lo precisara...

A medida que se acerca a ella reduce la velocidad, no quiere asustarla, pero la joven no levanta la cabeza para mirarle. El se queda estupefacto al darse cuenta del crucial detalle.

- Dios mio, si eres una niña... - su rostro se tornó blanco, por un momento había pensado en besarla mientras se acercaba, en calmar cualquiera que fuera su dolor entre sus brazos; pero era demasiado tierna, demasiado pura, demasiado temprana... realmente celestial. Una jovencita, unos catorce años calcula. Su imagen es digna del mejor retratista y su cuerpo, aunque deliciosamente torneado en gráciles formas, se le antoja delicado, tan delicado como el mejor cristal, ese que en manos torpes como las suyas acabaría resquebrajándose y desapareciendo. 

La mira estupefacto unos segundos. Pasa su capa alrededor de los hombros de la chica y ella sigue sin mirarlo. Camina a su lado, en silencio, empapada en un llanto fantasmal del que Alonso se ve incapaz de sacarla. Las lágrimas corren fugazmente por el rostro de la princesa de la noche, un vano fantasma de luz, como la niña de su poema.

La mete en su casa y la coloca junto a la chimenea para que pueda secarse.

- No tengo ropa para ofreceros, así que mejor es que os quedes junto al fuego para secaros rápido y sin que el calor huya de vos.

La joven se pone en pie y deja caer la capa y acto seguido el vestido completo. Su piel es blanca y su cabello completamente negro. El pobre poeta se escandaliza interiormente, pero no por la desnudez de la joven, la cual le produce un gran rubor, sino por la belleza infinita que durante unos segundos pudo contemplar, antes de bajar la vista.

- Vestios señorita, os lo suplico.

- No habeis de suplicar nada, es mi deseo que por esta noche sea mi cuerpo la base de vuestra inspiracion, o por lo menos lo recordeis en adelante.

Su voz es aterciopelada y triste, infinitamente triste.

El se vuelve hacia la ventana, incrédulo de lo que esta sucediendo en esa extraña noche.

Ella, sin emitir sonido alguno, pasa sus delicados brazos alrededor del tronco del poeta y le abraza por sorpresa. El silencio llena la habitación y el suplica que esto no sea verdad, que el amor no pueda regresar para atormentar su corazón...pero es tarde. Se ha entregado a los brazos del amor ciegamente, dándose cuenta de que podría ser el padre de la joven, pero ella, indolente y fresca, no le ha dejado elección posible.


jueves, 15 de septiembre de 2011

Zahar y Naïa





Arabia. Maravilloso lugar de gentes, serpientes y arena. Justamente, entre las perdidas arenas del desierto, se encuentra el palacio de mi Señor Hassam, príncipe de los Muhadinos.

Yo me llamo Zahar, y sirvo a mi Señor desde el principio. Soy la primera esposa, la elegida que dará a luz a su heredero algún día.

El día de hoy es extraño; extraño y especial, a mi esposo le ha traído a su última concubina. No ha salido a recibirla y a nosotras no nos esta permitido estar con ella hasta que mi Señor nos lo permita; pero soy demasiado curiosa e impetuosa, necesito ver a la próxima mujer que va a compartir a mi marido. Me oculto tras una columna y la miro muy sorprendida, con cuidado de que los guardias no me descubran.

Es muy hermosa, pero no parece ser de nuestras tierras. Me agrada el dulce rostro de la joven, creo que será buena para mi él, y también que podremos compartir con ella gloriosos momentos de amistad (fui muy ingenua al pensar de esta manera). Ella me mira de pronto, y yo me oculto tras la columna con el corazón disparado. Si los guardias me cogen, me castigarán. La oigo reír pero no descubre mi posición y eso me tranquiliza. Regreso a mi cuarto, nada más tengo que hacer; seguramente no nos la presentarán hasta mañana y además, mi Señor Hassam no dormirá esta noche conmigo. Me pongo a tejer.

El sol casi ha caido completamente y oigo la puerta de mi habitación. Hassam...no va a venir... estoy segura. Voy a abrir, para ver quien anda arañando en ella y descubro a la nueva concubina mirándome fijamente con sus enormes ojos negros. Me quedo un poco asombrada. Va vestida con los velos, como yo misma. Entra en la alcoba y cierra la puerta sin un ruido. Yo casi no puedo respirar, si mi Señor Hassam la ve aquí en vez de sus aposentos nos castigará a las dos.

- Naïa ...- dice ella señalandose. Hago una reverencia solemne. ¿ha venido a presentarse?

- Zahar ...- respondo sonriendo. Ella me devulve la sonrisa y se abalanza sobre mi arrojandome en la cama y poniendose sobre mis caderas. Intento quitarla de encima pero no se aparta. Baja y me besa en los labios. Me tenso y miro por la ventana, el sol caerá de un momento a otro y tiñe la habitación de los rubíes mas hermosos.

Naïa me acarica con su mano el pelo y baja lenta por mi cuello hasta mi pecho izquierdo. Lo aprisiona y baja su cabeza para lamerlo por encima de las gasas que a ambas nos cubren. No puedo evitar que mi pezón reacciones a las juguetonas fricciones de su lengua delicada. Se me escapa un suspiro... ¿qué esta pasando?

Ella continua con su mano traviesa y con delizadeza abre mis piernas y va acariciando cuantas zonas se le antojan. La ruego que se detenga, pero hace caso omiso. Los velos a penas cubren nada, y ella aprovecha eso para humedecerme, acariciandome, provocandome, pero sin llegar a nada más. Baja de encima mio y se coloca acuclillada en el suelo, entre mis piernas. Ahora su lengua traidora empapa mis gasas inferiores; no, no es su lengua, soy yo misma quien esta así.

Me dejo llevar, hace tanto que Hassam no me toca de esa forma... Naïa juguetea con uno de sus dedos junto con su lengua. No me hace nada, solo me acaricia pero me esta volviendo loca; mi humedad y el calor me estan volviendo loca. Ella vuelve a subir y regresa a mi boca. Mi corazón esta desbocado y decido corresponder a sus lujuriosos toqueteos, pero yo no soy tan delicada. Bajo su cuerpo con mis manos y devoro sus pechos, mucho mas pequeños que los mios, pero sabrosos como higos de chumbera.
Ella rie traviesa y mueve la cabeza dejando que su larga melena, negra como sus ojos, acaricie todo mi tronco superior. La vuelvo para acostarla en la capa y quedar sobre ella en un lateral. Sujeto sus manos sobre su cabeza sin que ella deje de reír. Acaricio su vientre completamente plano, es una perfecta bailarina, estoy convencida. Me introduzco como una serpiente bajo sus gasas; ella también esta muy húmeda. Acto seguido y sin mas demora meto mi dedo índice en su sexo, dándome cuenta de que no es suficiente. Su sexo me traga y acepta rápidamente y ella contonea sus caderas con delicadeza mientras emite un sutil siseo de deseo. No la hago esperar e introduzco el dedo corazón. Por fin, gime.

Comienzo a mecerme en su interior mientras ella se contonea. Bajo, para encontrarme cara a cara con su sexo delicioso y empapado. Ahora es mi lengua la que juega, la mismo tiempo que ella se contonea más rápido. Esta dulce locura me alimenta; nunca había hecho cosa parecida con ninguna concubina. Ya es de noche.

De pronto y entre gemidos y movimientos delicados irrumpe mi Señor en la alcoba. Mi corazón casi se detiene en el acto, pero lejos de parecer disgustado, nos observa desde el umbral con seriedad. Estoy asustada, pero no retiro mis dedos del interior de Naïa. Hassam se acerca a nosotras. Estoy segura de que mañana no va a salir el sol para ninguna de las dos.

domingo, 6 de febrero de 2011

Soñando Despierta contigo







Sé que no nos conocemos de nada, pero no puedes hacerte una idea de lo que siento por ti.

Sí, no conozco tu nombre, aunque cada jueves comemos juntos, en mesas separadas; un detalle sin importancia alguna.

Fuimos a un par de clases juntos, pero el profesor no pasó lista ni una sola vez y yo no tengo agallas más que para decirte un tímido "hola" cuando nos encontramos en algún lugar del conservatorio.

No importa.

Hoy a ocurrido algo increíble entre nosotros sin que te dieras cuenta; tampoco necesitas darte cuenta, me conformo con sentirlo yo por los dos. Déjame que te lo explique...

Jueves.

Me senté en la mesa a comer. Al poco rato llegaste tú con tu inseparable amigo...¿de saxofón?...y te sentaste de espaldas a mi, como de costumbre. No soy tu tipo; no te lo he preguntado, pero prefiero no hacerlo; estoy tan enamorada que no soportaría tu rechazo.

Me coloqué el mp3 y comenzó a sonar una canción que no recordaba haber añadido en absoluto a mi lista, pero, curiosamente, le regaló alas a mi corazón.

Embobada, mirando como tu melena larga y oscura, con alguna cana, ondeaba en tu espalda mientras hablabas, mi mente dibujó una ilusión para mi deleite personal, así que cerré los ojos para prestarle toda mi atención:

" Me encontraba en una cueva oculta por el manto de una cristalina y tibia cascada tropical. Un atardecer wagneriano coloreaba el ambiente y tú, con tu guitarra, armonizabas el aire perfumado de la selva. Veía tu precioso cuerpo de torso descubierto muy cerca del mio y esa visión me erizó el vello.

Dejaste la guitarra a un lado y cogiste mi cara entre tus manos para regalarme el beso más profundo y dulce que me hayan dado labios algunos. Sentí claramente como nostras bocas bailaban al ritmo de un lied de Brahms, como tus manos eran los estudios de Fernando Sor por mi cabello, mi espalda...Nuestras lenguas echaban pequeños pulsos de poder alimentándose en la orquestación de salivas mezcladas, de ritmos variables, de sinfonías de amor.



Tras unas cuantas progresiones improvisadas, seguimos la obra con un allegro vivacce molto agitato y soñé que me hacías tuya en un segundo, enredándote conmigo íntimamente dentro de la compleja obra que creábamos, sin ropa, sin inmundicias, solos tú y yo, nada más en la tierra..."

Se me cayó una pequeña lágrima...

Al abrir los ojos vi a tu compañero comentarte lo rara que soy, o algo similar entre risas, pero desaparecí de la sala antes de que repararás en mi presencia; se me pasaron las ganas de comer, pero he decidido que seguiré soñando despierta, me hace feliz.

lunes, 17 de enero de 2011

El gato





No se porqué razón aquella tarde otoñal me fui al parque; supongo que necesitaba reencontrame con tu viejo fantasma perdido en la nada, un fantasma que hacía años me había dejado atrás, junto con todos esos columpios rotos y todas aquellas tardes de niebla, pero al que yo nunca había podido olvidar.

Estaba cerrado, como era de esperar, pero encontré sin tardanza las rejas separadas por las que tantísimas veces nos habíamos colado y sonreí al comprovar que a pesar del tiempo, mi pequeño cuerpo seguía atravesandolas sin esfuerzo alguno.

Evidentemente ese parque llevaba años sin vida pero la ciudad entera tenía un sentimiento de culpa extraño y nadie era capaz de demolerlo para poner un centro comercial. Al mismo tiempo no eran capaces de reabrirlo, pensando que así la memoria de los muertos permanecería intacta y todo lo que ocurrió aquella fatídica tarde del 20 de Septiembre de 2022 pasaría inadvertido ante los árboles que aun llamaban a los niños a jugar en los balancines.

Traspasé los pinos y dejé atrás el orrio que tantas veces habíamos imaginado como nuestra casa; mi sonrisa se había esfumado por completo y sólo mis ojos buscaban con desesperación el lugar donde tantos años antes había visto como te morias sin poder hacer nada, entre lágrimas de niña olvidadas por la madurez. Vieja, me hago muy vieja...

Saqué mi violín. Ahora mis dedos ya no tocaban como antes, las articulaciones tenían una vida de experiencia y dolían pero aun recordaba de memoria aquel tema que compusimos juntos para un instrumento que el mundo moderno creía muerto.

Las notas comenzaron a danzar mágicas sin temor a nada. Gritaban tu nombre igual que mis lágrimas, a pesar de saber que no responderías. Hice mi particular invocación a tu alma que nunca volvería, pero pese a ello tenía la esperanza de visualizarla tras cualquiera de los árboles.

Terminé la canción y me senté en el columpio donde te gustaba balancearte y observé el cielo. El atardecer con sus esponjosas y moradas nubes iba a dar la bienvenida a una merecida noche estrellada y sonreí una vez más; ¡Cuanto te gustaban las estrellas!

Pasé largo rato sola, hasta que un gato apareció entre los arbustos. Parecía complacido por mi presencia. También era viejo, cascado e irónico tanto al mirar como al caminar, pero su pose elegante seguía despidiendo un aura metálica y pragmática. No importaba que tuviese una o dos calvas en su brillante pelaje, "debió de ser muy hermoso, ya que aún lo es" -dije para mis adentros. 



Me levanté y cogí el violín, guardándolo con sumo cuidado en su caja mientras el misterioso animal me observaba entre las sombras sin hacer nada de ruido.

Salí del parque y he de aquí que el gato me siguió calle a calle hasta llegar al portal de mi casa. Al verlo plantado ahí, mirándome mientras abría la puerta con sus grandotes ojos amarillos, decidí llamarlo “Juno” como tú solías llamarme, y al ver como respondía por ese nombre introduciéndose en el portal, brotaron nuevamente las mismas sensaciones que la primera vez que me sonreíste.

Mi madre nunca me dejó tener mascotas y decidí no tenerlas hasta hoy, es un secreto, no se lo digas o nos castigará a los dos. 

sábado, 15 de enero de 2011

El valor





"No entiendo que fue lo que ocurrió exactamente, solo se que mi Madre está muerta, que mi Padre está amordazado a los pies de la cama y ahora miro su cabello rubio cayendo por el borde izquierdo de la cama mientras sus ojos huecos parecen gritar mi nombre en silencio, sigue siendo hermosa, a pesar de la sangre.

El bebe no está en la cuna, no quiero imagina que han hecho con mi hermano.

El varón de la familia... que orgulloso se puso mi Padre cuando lo tomó en brazos, deseoso de que perpetuara su estirpe guerrera. Yo no puedo, yo solo estoy a la espera de encontrar un marido que me proteja y al que ofrecerle la dote que me corresponde. ¡AL INFIERNO!

Todo se ha desmoronado en cuestión de poco tiempo. Cuando esos guerreros atacaron el campamento, mis padres me ocultaron temerosos de que me hicieran esclava. A mi Madre no le dio tiempo, a mi Padre tampoco...

Ahora empuño la espada de guerra que él cuidaba con tanto mimo y me la ato al cinturón. Se luchar, claro que sé. Aprendí mientras mi Padre enseñaba a los chicos del pueblo. Tomo mi arco y mis flechas envenenadas, mi lanza y las últimas joyas que mi madre mantenía bien ocultas. Estoy lista. Voy a reunir tantos guerreros encuentre en mi camino, no será tan imposible como nuestros mayores nos lo pronosticaron. No para mí, no creo en ellos, solo en los Dioses.

Voy a demostrar a esos ilustres guerreros cuantas cabezas soy capaz de cortar. Su cráneo se abrirá como una calabaza cuando clave mi puño en su frente.

Me beberé la sangre de sus hombres y me bañaré en la de sus mujeres y niños. No habrá piedad para nadie, dado que desconocen el significado de esa palabra.

Prepárate, pueblo de Roma. No conozco a tus dioses, no conozco a tus gentes ni tus raíces, pero conozco de primera mano tu crueldad y tu egoísmo, tus ansias de poder...

Eso me dará la Victoria..."

Njördre patió hacia el Este, sola, en busca de su merecida venganza y los Dioses serán testigos mudos de su triunfo cuando corte la cabeza del centurión de la Legión encargada de masacrar a su gente delante de sus propias narices sin que pudieran hacer nada y obligados a retroceder debido al ejercito que una sola mujer había sido capaz de formar.

El dolor infunde todo el valor que en un cuerpo humano cabe esperar, y nadie mejor que yo, descendiente de Njördre sabe de lo que estoy hablando.