lunes, 3 de enero de 2011

En Silencio...











El General lamentó la perdida de su carguero espacial más importante, esperaba que le trajeran el codiciado gas que había podido extraer de Saturno para poder examinar el planeta gaseoso mas a fondo y retorció su gorro antes de enfadarse muchísimo, blasfemando terriblemente cuando se enteró de la detonación.

Uno de los chicos de telecomunicaciones advirtió que el ordenador trasmitía unos datos a la pantalla y las familias de los astronautas esperaban saber de sus seres queridos sin perder de vista lo que todos iban comentando. El joven se lo comunicó al General y este feliz le ordenó ponerlo en la pantalla en grande, deseoso de que comenzaran a surgir las formulas del gas de Saturno, en vez de eso, esto fue lo que todos leyeron :

“Escribo deprisa en mi ordenador las últimas palabras que este diario espacial tendrá. Todo ha salido mal, la muerte viene a por todos nosotros y nada podemos hacer, se bebe nuestro miedo y se alimentará con nuestros recuerdos.

Ha fallado el reactor general, hace cuarenta días que estamos de misión y todo ha dejado de tener sentido en unos pocos segundos. Mi amado, mi estela esférica a salido al exterior para ver si podía arreglarlo y lo único que ha sucedido es que la máquina lo ha desintegrado en el espacio.

Nos empezamos a quedar sin oxigeno y sin embargo no hay dolor, me esperaba más de la muerte. Espero que sea rápida. Solo quiero despedirme, despedirme de mi familia y de mis amigos, decirles que es lo que yo acepté viniendo aquí, algo podía fallar y así a sido.

Veo la cara de mis allegados pero no hay lágrimas en ellas:

Madre, José me pidió aquí, en el espacio que me casara con él y además estoy embarazada, así que has realizado tu sueño, eres abuela...

Papá, cumplí la promesa que te hice. No permití en ningún momento que ninguno de estos “mindundis” como tú los llamas, me dijese nada por ser mujer, peleé con la muerte hasta el final, como te hubiera gustado, como tú lo has hecho siempre contra ese cáncer que aún no puede tumbarte.

Hermana, te quiero. Sé que antes de irme, nos peleamos y te dije cosas muy feas, te quiero tanto que solo deseo que encuentres la misma felicidad que yo encontré. Quiero que cuides de mama, ahora que me marcho, y seas fuerte, siempre fuiste la fuerte.

En mi corazón os llevo a todos conmigo y estoy segura de que volveremos a vernos en algún lugar y será maravillo...”

El silencio de la sala se vio interrumpido por una decenas de corazones que se rompieron al mismo tiempo mientras sus dueños caían de rodillas en el suelo y de ahí retornó el silencio, solo quedó el silencio y el cielo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario